18.8.11

Lo Que Pasaba Frente A Su Nariz Parte II y III

PARTE DOS: MISTERIOS DEL DÍA

Como podrán observar, mi receta no funciona y, a demás, me recordaba a un experimento que hicimos en la primaria. El problema radica en que se había transformado en una de mis fuentes de alegrías.

Las razonas por las cuales están vivas estas líneas son las repetidas veces que los fantasmas atacan; en esas ocasiones, son siete días en que mi Yo desaparece, y los recuerdos se derriten bajo el calor del sol de las mañanas que pasan unas tras otras.

Mi casa se derrumba, las paredes absorben la energía y en contra-ataque, una sombra se inyecta en mi mente. Las cosas se despiden de mis manos (que no controlo), rabiosas, los muebles sucumben ante mi implosión. El animal humano en su máxima expresión, y millones de situaciones, caras, comentarios en veinte minutos de éxtasis violentos.


Al terminar, me había calmado; y la brisa que posaba intermitentemente en mi rostro mientras estaba tirado en el piso me daba la pequeña paz que buscaba.

Aunque las energías escaseaban, en estado casi moribundo, golpeo las paredes hasta el baño. Lleno la bañadera, y en la espera mi cuerpo de gelatina reposa en el inodoro. Me sumerjo y la mente se despide mientras observo las ondulaciones del mar sereno, frente a mis ojos vampirezcos.

Hay cansancio, pero mi cuerpo negador me arrastra hasta la próxima estación perdida.

Otro día que se escapa del baúl de los recuerdos; se va con lo que parece ser su mejor amigo.

PARTE TRES: UN PAR DE COORDENADAS

Las pulsaciones epilépticas ya eran cotidianas en esos días, y mis pensamientos tomaban rumbos oscuros y tormentosos. Las pesadillas parecían seguirme a cada rincón de mi violento cuarto. Después de cinco horas en el circo donde estoy metido, soy el hombre bala, próximo a realizar su truco.

El festival de música electrónica, es potencialmente la mejor opción, pero no quería que las luces mostraran mi rostro. Simplemente quería un lugar donde reposar mi cráneo febril, un buen escocés, un buen par de piernas, toda la noche. Había muchas cosas que ordenar. 





A parte de no poder conmigo mismo, mi adicción al juego y ciertos negocios borrosos levantaban envidia en ambos lados de la balanza legal. Un punto clave y potencialmente beneficioso para ambos lados. En la guerra entre ellos, soy un punto estratégico.

Al terminar la tarde del día siguiente, me siento dentro de un tarro de aceitunas, en mi pieza, tirado en una cama sin cabecera. Preso de una ilusión.

Los resultados del orden, todavía duelen en mi nariz, golpeada por cierto matón, que no recuerdo cuándo y por qué los recibí.

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